Relato de los jueves: Rastros de una existencia
Me
senté en mi sillón favorito, lo heredé de mi abuela Pierina, que nada tiene que
ver con esta historia, solo el sillón, que me hamaca. Cierro mis ojos en este
día de domingo, con esa brisa que entra por las rendijas de las persianas y me
acuna entre un duermevela.
Me
veo correteando con apenas 8 o 9 años, junto a mis primos, Clau un año menor y
Tere un año mayor; en la casa de mis tíos en la calle Francia de la ciudad de
Rosario. Adoraba jugar con mis primos, en esa casa que era de cuento.
Recuerdo
que se entraba por la esquina, y tenía un jardín en sus costados donde Papá
Noel, cada navidad nos dejaba los regalos. Era una casa de dos pisos y una gran
terraza, en la planta baja estaba ese gran comedor, con una mesa larga donde se sentaba toda la familia y amigos, "la recuerdo enorme" con la mirada de niña, nos reunía los festejos de cumpleaños, pascuas y
navidades. En el primer piso eran los dormitorios y el
segundo era el mágico. Todo está conectado por unas hermosas escaleras de grandes
peldaños en madera de roble oscuro, en ese entonces se le veía solo un poco
desgastado en su parte media.
Infinidad
de veces las hemos subido y bajado y hasta con los gritos de la otra abuela,
que era una buena bruja de cuento, que poco queríamos, porque se quejaban con
nuestros padres y siempre terminamos horas sentados en esos escalones, en
silencio, por castigo de algo que nunca llegamos a entender.
De
todos modos, cuando todos se iban a dormir la siesta, subíamos en silencio al
cuarto donde se encontraba el depósito de todos los disfraces del cotillón, negocio familiar.
Todavía
veo a esos tres niños subiendo y bajando esas escaleras, disfrazados de miles
de personajes, que nos han hecho las tardes más felices.
Esos niños hoy son sombras en la escalera. Muy bien narrado, y si fuera cierto, qué lugar más bonito para jugar.
ResponderEliminarUn abrazo
Es notable cómo las cosas, con el paso del tiempo, se van modificando por el desgaste que las personas les provocan y en ese proceso se van adaptando a su uso con la impronta de quien la utilizó. En los peldaños de las escaleras es muy notorio, si hasta parece que uno no puede subir o bajar si no es por el caminito que han dejado los antigios pasos! Gracias por sumarte con este entrañable relato, Cecy. Un abrazo
ResponderEliminarHola Cecy, la escalera de los recuerdos, de una niñez llena de juegos y travesuras, y mucha nostalgia. Bien narrado.
ResponderEliminarUn abrazo. :)
En las casas sobre todo de los pueblos el desván es el lugar misterioso que sobre todos los más pequeños les encanta subir a él. Allí guardan sus tesoros y sus secretos.
ResponderEliminarY desde luego las escaleras son las espías perfectas para saber cada aventura que allá arriba debe de haber guardadas entre las paredes.
Un besote.
El niño que habita en cada uno de nosotros, adormilado pero existente en nuestro interior, a veces se nos asoma en nuestro presente recordándonos lo que fuimos y a lo que, en aras de nuestro rol de adultos responsables en la sociedad, hemos arrinconado. A veces, recordar pasajes de nuestra infancia, nos es totalmente necesario para seguir alimentando aspectos de lo que fuimos.
ResponderEliminarQué bonitos recuerdos de la infancia! Un abrazo
ResponderEliminarlady_p
Hola Cecy, coincidimos en la imagen, y es que tantos momentos llegan a vivirse a los pies y sobre los peldaños de una escalera, que al igual que en tu infancia correteando arriba y abajo se plasma en el corazón. Me encantó. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarRecuerdos de infancia. Que en esta época de Navidad es muy propicia a que se agolpen en nuestra mente para revivirlos.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho leer los tuyos.
La nostalgia del niño que fuimos.
ResponderEliminarUn abrazo
¿Que tendrán estas escaleras que nos han enamorado a la mayoría? Desde luego están hechas para jugar como tus tres niños protagonistas y para hacer volar la fantasía. Muy buen relato, besos.
ResponderEliminarQue relato más emotivo, preciosa esa imagen de los niños subiendo y bajando disfrazados por la escalera, casi los podía ver desfilando. Escogí la misma imagen :))) Abrazos.
ResponderEliminarSoy Esther, por alguna razón que no me puedo explicar solo me da esa opción.
ResponderEliminarParece que no querían que usaran esos disfraces pero eran una tentación muy grande, para resistir.
ResponderEliminarUn abrazo.
ese si que fue un recuerdo agradable, con castigos y todo. y la abuela se preguntaría ¿ vamos puede ser que se desgasten tanto estos peldaños de un dia para otro? y eran los niños que no paraban de probarse y desfilar sus disfraces
ResponderEliminarabrazooo cecy
Un disfraz cada día diferente
ResponderEliminarse pone precavido el caminante
y siguen subiendo y siguen bajando por que hay imagenes tan tatuadas en nuestra memoria que no desapareceran jamas Un abrazo
ResponderEliminarUn sillón que hamaca y una escaleras que guardan el correteo de los niños. ¡Precioso, Cecy!
ResponderEliminarQue empieces genial tu semana.
Un besazo enorme <3